Presentación al libro titulado Vida sompata, editado por la Diputación Provincial de Cuenca en 2004. El mismo libro, sin las ilustraciones del interior y sin la presentación que sigue, es el que ahora reedito para su descarga o en papel bajo demanda, con el nuevo título de Aventuras sompatas.
A veces, para tratar de temas concretos y próximos, el escritor necesita distanciarse, observar el asunto desde cierta perspectiva para evitar “contaminarse” de parcialidad, para verlo todo desde todos los ángulos.
La más evidente es la distancia temporal, que se refleja incluso en el tiempo verbal más habitual en cualquier obra de ficción: el indefinido. Otra también frecuente es la distancia espacial: el escritor que se refugia fuera del mundanal ruido, lejos del barrio, la ciudad, los amigos, los lugares tentadores, para plasmar sin interferencias lo que quiere plasmar.
Otras veces, la distancia puede surgir al concebir la obra misma; esto es, se inventa una distancia que, a la vez que permite tratar un tema con perspectiva, sirve de materia literaria. Surgen así esos inventos, en ocasiones magníficos, que van del simple personaje, nuevo Adán, al universo completo, nuevo mundo. Recordemos, por ejemplo todos los personajes mitológicos (no necesariamente clásicos), fantásticos y mágicos, que pueblan la literatura; o los mundos también fantásticos, paralelos a éste o simplemente fuera de las coordenadas espacio-temporales de éste: la Tierra Media de Tolkien o el Londres mágico de Harry Potter, por citar sólo dos ejemplos de actualidad.
La invención de seres permite plasmar de manera más libre y gráfica los temas absolutos (el Bien, el Mal…); pero también sirven para trabajar con temas y hechos próximos y familiares, que con otros seres más realistas, más “normales”, no sería posible o resultaría maniqueo o simplemente sería más aburrido.
Es posible que así hayan surgido personajes –seres- como los Batautos de Consuelo Armijo, o, fuera del ámbito estrictamente literario, aquellos lejanos Barbapapás, o los Muppets, los Teletubies e incluso los Lunnis.
Pero hay unos especiales, geniales. Debo reconocer mi admiración por los cronopios de Julio Cortázar, esos fantásticos seres que conviven con los también fantásticos famas y esperanzas, y que están llenos de chispa, de originalidad de extravagancia o de ternura. Un ejemplo:
Tortugas y cronopios
Ahora pasa que las tortugas son grandes admiradoras de la velocidad, como es natural. Las esperanzas lo saben, y no se preocupan. Los famas lo saben, y se burlan. Los cronopios lo saben, y cada vez que encuentran una tortuga, sacan la caja de tizas de colores y sobre la redonda pizarra de la tortuga dibujan una golondrina.
Os confieso que siempre he deseado formar parte de la disparatada familia de los cronopios… Como escritor y como persona.
Pues con esta referencia muy presente nacieron los sompatas.
El único rasgo que desde el principio los caracterizaba físicamente era el color: los sompatas son de colores, lisos o combinados, pero de colores. Esto es prácticamente lo único que sé de ellos. Sin embargo, en cuanto a su personalidad -o sompatalidad-, sabía muchas cosas. Sabía que son Simpáticos, Originales, Maniáticos, Pacíficos, Amables, Traviesos, Amistosos, y Soñadores. Pero además, son seres absolutamente sociales, comunitarios, y por lo tanto, pendientes de todos los factores que inciden en la vida social y común. De todos, el fundamental es el que originó la primera historia que escribí y que inaugura el libro de hoy: la amistad. Y de ahí también el nombre: la expresión “ser pata” en algunos países latinoamericanos es “ser amigo”.
Es una obra infantil, seguramente, pero escrita con la intención de que también interese a los mayores, o dicho al revés (que es como hay que decirlo), es una obra literaria que también puede interesar a los lectores infantiles. Es así como creo que debemos entender la literatura infantil, por mucho que las grandes editoriales se empeñen en parcelarlo todo por edades y temas. El Principito, de Antoine de Saint Exúpery habría tenido serios problemas para ser publicado hoy en día… o a lo peor lo habían incluido en alguna colección de libros de autoayuda.
Muchas de las grandes obras literarias suelen tener un valor añadido que las hace inclasificables y valiosas para más lectores de los previstos. Las Historias de Cronopios y de Famas, de Cortázar, ocuparían un lugar de honor en ese grupo. Y ya que estamos en un año de tremendas conmemoraciones, qué decir de los cuentos de Andersen o de un tal don Quijote que se lió la manta a la cabeza.
Por todo esto es de agradecer iniciativas como ésta de la Diputación Provincial, que permiten la difusión de obras, basándose en otros criterios que los, más abiertas, incluso arriesgadas, y no por eso menos apetecibles. Pero, claro qué voy a decir yo.
Quiero agradecer a Marta Segarra su trabajo y su interés, y a Julio sus dibujos, su hermoso debut en el mundo de la ilustración. Como podréis comprobar, han hecho una gran labor, sin duda.
Y por supuesto, gracias a vosotros por estar aquí esta tarde, y por estar en casa otro día cualquiera, quizás, con este libro abierto, siguiendo las peripecias de los sompatas.