MONÓLOGO DE LA DEVOLUCIÓN
Nunca hubiese creído que me interesaría la literatura económica, y aquí me tienes, con estos dos libros bajo el brazo, uno de Krugman, todo un Nobel, y otro de Navarro, todo un Vicenç. Los llevo de vuelta a la biblioteca. Ya los he leído, qué te crees. Parece mentira, pero son claros, inteligibles para un zote como yo en estos asuntos, hasta el punto de provocarme una mala leche que casi me empuja a lanzárselos al director del banco, que desayuna en el mismo bar que yo, el de mi cuñado, sí, el Café de Oriente, donde nunca se ponía el sol, solíamos bromear hasta hace poco, porque lo veíamos salir algunas mañanas, pero ya no, claro, ya no se puede, el pobre café apenas se mantiene, como mi cuñado, apurado hasta las trancas, sin saber hasta cuándo podrá aguantar ni cómo podrá pagar el préstamo que le debe a ese señor ahí sentado, tomándose un café con leche, largo de café, leche templada y dos de sacarina, con una tostada de pan de barra, tomate, aceite y sal, y zumito de naranja natural recién exprimido en esa máquina nueva que parece salida de una película de ciencia ficción, junto con una de las empleadas, mujer bajita y regordeta, guapa, simpática y amable con él, mi cuñado, en oposición a él, su jefe, que sobrevuela sobre él, el café, como el jet privado sobrevuela al ultraligero y no sé por qué motivo he pensado en esta imagen, caramba, cuando lo que pretendía decir es que el director del banco desayuna ajeno a los males del establecimiento, aunque al mismo tiempo dejará la propina habitual de veinte céntimos para subrayar que comprende su situación, se solidariza en la medida de sus posibilidades y por eso viene cada día un par de veces, una, para desayunar con la empleada, y otra, a medio día, para tomar el aperitivo con algún cliente amigo y poderoso, así que si me acompañas, los renuevo y te los llevas, aunque ya te vale, mujer, no tener el carnet de la biblioteca, ahora que te vendría tan bien para consultar los anuncios de los periódicos y leer lo que no puedes comprar, como libros de literatura económica, que te explican perfectamente lo porculizados que estamos y vamos a seguir estando con esta manera tan europea de capear el temporal, y después te invito a tomar una caña donde mi cuñado, que tengo que verlo por un asuntillo, ya te contaré.