Me gusta leer cuentos y poesía. Me gustan muchísimo los álbumes ilustrados. Y sobre todo, me gusta la brevedad. Esto se debe, seguramente, a que yo también soy breve, parco en palabras y en escritos. Lo confieso, soy vago y tengo escasa fuerza de voluntad, así que no es de extrañar que escriba poco y publique menos.
Cuando empecé a trabajar en la biblioteca municipal de Parla, descubrí algunas obras y algunos autores que hasta entonces desconocía por completo y me deslumbraron. Poco después nació Pablo, mi primer hijo y, desde entonces -hablo del año 1996-, se activó en mí el resorte de la literatura infantil.
Así, he escrito varios libros, y puedo aventurar una característica de mi producción: cada obra es un mundo, un pequeño desafío diferenciado del resto. Es posible que esa dispersión tenga algo que ver con la presencia de los cuatro lectores arriba mencionados en mi proceso de escritura, aunque también es posible que no.
Además de contar historias, en prosa y en verso, me gusta hablar de ello y por eso dedico parte de mi tiempo a difundir la literatura infantil y organizar actividades de animación a la lectura y la escritura.
Por último, sigo estando en contra de cualquier tipo de canon que grave el préstamo público de documentos y espero que las bibliotecas sigan siendo esos paraísos librescos al margen de la ley -del mercado- que siempre han sido.