(Ediciones Sompatas)
—¿Estás bien, hija? –le pregunté desde el umbral.
Elena giró la silla y me enfrentó.
—No, no estoy bien, papá. Esto es un rollo. Siempre pasa lo mismo. La princesa es tonta, el príncipe un listillo, el rey idiota, la reina estúpida, el dragón previsible, la bruja prehistórica, el hada entrometida, los niños ignorantes… Todos los cuentos de hadas hacen lo mismo, todos son iguales. Son cuentos para niños aburridos, sin ideas y, por supuesto, sin lecturas… ¡Y cómo es posible que todavía hoy se sigan escribiendo como hace doscientos años! ¡Por favor! Para una historia decente que encuentras, hay cien que te desesperan, porque sabes lo que va a pasar y lo que va a hacer el uno o lo que va a decir la otra. Son mucho más emocionantes y divertidas las historias que tú nos contabas cuando éramos pequeños, aunque fueran disparatadas… O a lo mejor es por eso… Anda papi, por qué no escribes para mí algunos cuentos de hadas raros, de esos que tú sabes inventar…