Suzanne Lebeau: Tres hermanitas. ASSITEJ, 2018. Traducción de Coto Adánez.
Suzanne Lebeau: El ogrito. Zapatos de arena. ASSITEJ, 2012. Traducción de Cecilia Iris Fasola.
La “culpa” es de Nani de Julián, que me la recomendó, y la recomendación que te hace un autor de teatro que te gusta sobre una autora de teatro que le gusta debe ser atendida. Así llegué a Suzanne Lebeau y a tres de sus obras de teatro: El ogrito, Zapatos de arena y Tres hermanitas. Las tres enmarcadas dentro de ese concepto —que me da miedo expresar, porque pueda influir en lectores desafectos—, el concepto de literatura infantil y juvenil, sección teatro.
El ogrito nos habla de Simón, que a sus seis años empieza a ir a la escuela, a relacionarse con los demás niños y a experimentar cambios en sí mismo (tomar conciencia de su naturaleza de ogro) que inciden también en los demás. La obra nos habla de crecimiento, de conocimiento, de elección personal… Es un viaje iniciático en el que el amor, la libertad y el sacrificio juegan su baza y condicionan la aventura del ogro convertido en héroe.
El uso de elementos clásicos, como la superación de pruebas, o el bosque como espacio para el cambio, da a la historia un toque de familiaridad, algo que nuestra memoria literaria reconoce, y sirve para apreciar mejor la originalidad de la obra.
Zapatos de arena plantea el dilema de qué hacer cuando el mundo de la seguridad, la rutina y el estatismo es alterado por la aparición, la evidencia, del exterior, lo desconocido, la inseguridad, el tiempo en una dimensión desconocida hasta ahora, el miedo.
Elisa y Leo ven su vida alterada cuando Leo sale del dormitorio-casa-mundo persiguiendo a uno de sus zapatos y dejando la puerta abierta. A partir de ese momento, la acción avanza en forma de viaje, primero de Leo, luego también de Elisa, de ida y regreso, del interior al exterior, a través de la noche y bajo la luna, con el paso del tiempo como piedra angular. Asistimos, en fin, al descubrimiento de lo nuevo y la superación del miedo como armas contra el conformismo y la rutina.
En ambas obras —publicadas en un único volumen—, Lebeau utiliza el concepto de viaje como herramienta para el drama y la resolución del conflicto, crea personajes infantiles con personalidad e iniciativa propias, y se sirve del lenguaje, la palabra, para combinar lo poético y lo dramático de una manera magistral.
Tres hermanitas nos habla de enfermedad y muerte. Alice, la hermana mediana de la familia, la única con nombre propio, es la enferma de cáncer. Y ella, junto con el padre, la madre, la mayor y la pequeña, luchan contra la enfermedad y todo lo que la rodea, cada uno desde su propia personalidad y edad. El miedo, el dolor, la esperanza, el silencio, la lucha, la resignación, la superación…, son ideas que aparecen en esta obra planteada en forma de declaraciones, como si los personajes contasen al público/lector lo ocurrido, las diferentes etapas por las que han pasado, las diferentes “pruebas” superadas, hasta el “retorno a la vida no normal”, como se titula la última escena, el epílogo.
La obra es terriblemente hermosa, dolorosamente hermosa, esperanzadoramente hermosa. Los afectados, incluida la protagonista, nos cuentan cómo viven la enfermedad y la muerte, cómo conviven con el dolor y con una situación que desbordaría a cualquiera, y también cómo hacen del recuerdo de la hija-hermana fallecida algo positivo, algo poderoso para seguir adelante con una vida nueva, inevitablemente distinta.
Tres obras de teatro impresionantes, de una autora de referencia. Tres obras que ejemplifican a la perfección algunas de las ideas que no me canso de repetir cuando hablo de literatura infantil y juvenil: No por infantil y juvenil la obra es de menor calidad, ni el asunto es de menor calibre. No por infantil y juvenil la obra deja de ser interesante para el lector adulto. No por infantil y juvenil la obra debe evitar tratar determinados temas. No por infantil y juvenil la obra es menos literatura.