Abecedarios

Me encantan los abecedarios. Me parecen una herramienta ideal para generar ideas y para desplegar la creatividad, tanto gráfica como textual. Son útiles no sólo para prelectores o lectores recientes, sino para jóvenes y adultos, porque los hay de todo tipo y para todos los gustos, con y sin palabras, motivadores, originales, divertidos… Aquí os dejo una buena muestra de abecedarios comentados, que iré ampliando a medida que aumente mi colección.

ABC, de Xavier Deneux (Combel, 2016)

Puro diseño. Este abecedario nos presenta a doble página una letra o un grupo letras asociadas a una palabra en inglés, con la correspondencia en castellano, e integradas en una ilustración de referencia.

Las letras tienen volumen y las ilustraciones tienen huecos en los que las letras se incluyen cuando cerramos el libro.

Puro diseño, limpio, claro, de dibujos y fondos planos en contraste con el volumen mencionado antes.

Es un álbum muy atractivo, ideal para acercar a los prelectores a las letras -a las leras mayúsculas-, pero no menos adecuado para acercar a los ya lectores, tengan la edad que tengan, al gozo de una propuesta estética original y muy bien realizada.

ABeCeBichos, de Daniel Nesquens, con Ilustraciones de Jacobo Muñiz (Anaya, 2012)

Los profesores Nemo Calipso y Nautilus Cousteau, recorren los parajes más insólitos en busca de no sabemos qué, pero, sin duda, encontrándolo. Con su cámara de fotos y su bloc de dibujo, los profesores van registrándolo todo, desde: «Alegres avispas arrojan arroz al aire azul», hasta: «Zarrapastrosos zorrillos zurdos zampan zanahorias».

Un completo catálogo de curiosos animales que hacen cosas bastante extrañas.

La ruta se la va marcando el abecedario, claro, tiene la peculiaridad de que cada etapa está formada por una frase cuyas palabras empiezan por la letra del abecedario correspondiente, y solo al final comprendemos cuál es el motivo y la finalidad de tan intrépido viaje.

El álbum es divertido, las ilustraciones amplifican cada frase, juegan con las formas de las letras y los personajes, y llenan las páginas de movimiento y un puntito de locura, sin causar sensación de abigarramiento ni confusión. La mezcla de materiales y la distribución de los dibujos, nos obligan a estar muy atentos para no perder detalle, hasta llegar al final, donde se revela el misterio en un desplegable bastante festivo.

La ocurrencia de las frases de Daniel Nesquens y de las ilustraciones de Jacobo Muñiz, junto con el planteamiento narrativo del libro, su interés por contar una historia, hace que este abecedario no sea una simple lista (que tampoco tendría nada de malo, ojo) y resulte más divertido e interesante para el lector, una nueva forma de descubrir el alfabeto y jugar con él.

ALFabeto, de Puño (Kalandraka, 2012)

Desde la cubierta sabemos que nos lo vamos a pasar bien con este álbum de pequeño formato. Es un álbum sin palabras, pero con todas las letras. Es un alfabeto, un ALF-abeto, muy original.

Cada doble página es una viñeta en la que se desarrolla una escena, siempre en el mismo escenario, un bosque en una montaña.

En cada escena, la letra del alfabeto correspondiente aparece adoptando la forma más inesperada… Esto suena raro, porque la letra debe adoptar la forma de letra, si o ya me contarás, así que debo cambiar la expresión. A ver así: en cada escena, la letra del alfabeto aparece formada por diferentes, y a veces sorprendentes, elementos: la luna es la C, un monstruo es la B, la tienda de campaña es la A, una grúa es la N…

Siempre vemos la escena desde la misma perspectiva y el escenario, el paisaje, siempre es el mismo, el bosque en la montaña. Así, asistimos a una acampada, una batalla, un incendio, una deforestación, una urbanización… El paso del tiempo letra a letra, secuencia a secuencia, conforma la historia de este bosque y su evolución.

Es un álbum repleto de guiños; unos cinematográficos, otros literarios y del propio autor, que aumentan el disfrute de la lectura.

Es, en resumen, un álbum espléndido, que da gusto repasar tranquilamente, y que sugiere un montón de ideas de aplicación en un taller de escritura (y de dibujo, por supuesto).

Qué gusto da toparse con estas cosas de vez en cuando. En esta ocasión, parte de la culpa la tiene Belén, la siempre atenta librera que lleva a Kalandraka por todas las ferias del libro.

Edad recomendada: y yo qué sé, a partir de 4 o 5 años, aunque los adultos obtendrán otros e inesperados deleites con este libro.

Los pequeños macabros, de Edward Gorey (Libros del Zorro Rojo, 2014)

26 muertes infantiles crueles, imprevistas y, sí, macabras. En una sola frase, sin más explicación ni relato. Con ilustraciones, viñetas, que muestran el momento o la circunstancia que rodea el desafortunado momento. 

Abecedario del cuerpo imaginado, de Mar Benegas y Guridi (A Buen Paso, 2014)

27 haikus, uno por letra, llenos de sensibilidad, reflexión y amplitud, como las ilustraciones, otros 27 poemas visuales.

Y al final un ameno ensayo sobre el haiku, más un taller de escritura.

Una hermosa joya editada como tal. 

Abecedario a mano, de Isol (FCE, 2015)

Un abecedario juguetón, basado en la intuición y la ocurrencia surgidas de la relación entre la letra y la imagen, con una breve frase como rúbrica.

Los niños valientes, de Fermín Solís (Libre Abedrío, 2015)

Colección de niños y niñas que acometen con valor las más arriesgadas proezas, como meter pirañas en el gazpacho, pasear un cocodrilo o leer a Gógol. 

Bellas letras, de Antonio Rubino (Comanegra, 2015)

Uno de los libro de la colección La escuela de los juguetes, editada en Italia en 1922, en el que rimas e ilustraciones juegan con las letras inventando breves y divertidas historias.

El abecedario fantástico de Patam, el elefante, de Montse Gisbert (Tàndem, 2009)

El protagonista de este álbum utiliza cada letra del alfabeto para realizar una acción a partir de uno o más elementos, objetos, seres… que empiezan por la letra en cuestión y se expresa en una frase.

Abecé diario, de Raúl Vacas (Edelvives, 2012)

Poemas escritos a partir de una palabra relacionada con una de las letras del alfabeto. Variedad, diversión y originalidad garantizadas. 

Érase una vez un alfabeto: una historia para cada letra, de Oliver Jeffers (Andana, 2015)

Fantásticas, disparatadas, divertidas, las historias de este gran álbum muestran una galería de situaciones y personajes al más puro estilo Jeffers.

ABCD, de Marion Bataille (Kókinos, 2008)

Esculturas de papel con algunas ideas geniales. Una gozada para descubrir las letras y observarlas por los cuatro costados.

ABCdario, de Antonio Ventura, con ilustraciones de Noemí Villamuza (Nórdica, 2010)

La caja de los tesoros, de Antonio Ventura, con ilustraciones de Juan Vidaurre (Sinsentido, 2010)

Dos ejemplos de originalidad y de obra bien hecha, limpia y clara, de colaboración, para leer a sorbos y ojear con deleite. Dos libros que muestran un conjunto de elementos dentro de un recinto cerrado y perfectamente delimitado:  las letras del alfabeto y los objetos guardados en una caja. Dos álbumes que me piden ser comentados juntos, porque son tan iguales como diferentes, por raro que esto parezca.

En ABCdarioAntonio Ventura idea que cada letra forme parte de una palabra que forma parte a su vez de una frase. En la página contigua, la ilustración «enseña» la imagen de esa frase. En este libro, el texto es en sí mismo evocador (por lo connotativo, lo poético, lo literario simplemente): La Cama es una barca que navega entre sueñosLa Gata sueña con ser panteraEn la Jaula vive un limón.

En La caja de los tesoros, Antonio Ventura nos cuenta cómo Pablo destapa la caja heredada de su abuelo y desvela los tesoros guardados en ella. La estructura es la misma: páginas pares con el texto, páginas impares con las ilustraciones. En este caso, sin embargo, el texto es una enumeración de objetos guardados, de los «tesoros» de la caja; no produce la extrañeza que hallamos en ABCdario.

Las ilustraciones de Noemí Villamuza en ABCdario transforman el texto en dibujos realizados a lápiz con un añadido de color, un elemento del dibujo es entintado en rojo (el mismo rojo que resalta en la letra protagonista); son ejercicios de estilo que interpretan la frase correspondiente de la letra correspondiente.

Las ilustraciones de Juan Vidaurre son fotografías y collages, y son la parte que añade contenido poético al álbum, la que convierte el texto descriptivo de cada página en un poema visual. La sensación de «qué curioso es lo que puede guardarse en una caja», con las ilustraciones se convierte en «es asombroso, sorprendente y emocinante lo que se ha guardado en esta caja». Es curioso, en este álbum, la realidad (los objetos atesorados) radica en el texto, en la literatura, mientras que la fantasía, generalmente patrimonio de la palabra, es aportada por las imágenes.

Ambos libros son dos actos de complicidad creativa magníficos que los lectores-voyeurs agradecemos y apreciamos enormemente, tengamos 6 o 66 años.

Abecedario de arte : un paseo por el Museo Thyssen, de Carlos Reviejo y Ana Moreno Rebordinos (SM, 2007)

Un poético paseo por el museo, con las letras como protagonistas.

Abezoo : abecedario de animales, de Carlos Reviejo, con ilustraciones de Javier Aramburu (SM, 2006)

Este zoológico tiene a los animales muy ordenaditos y cada uno de ellos vive en un poema, que no jaula.

Alfabeto sobre literatura infantil, de Bernardo Atxaga (Media Vaca)

Una lección inolvidable sobre los elementos que caracterizan la literatura infantil, los autores, las obras, los temas y los tratamientos. Una referencia imprescindible.

El nuevo libro del abecedario, de Karl Philipp Moritz, con ilustraciones de Wolf Erlbruch (Barbara Fiore, 2005)

A veces las letras no son criaturas fáciles, necesitan un poco de contenido para realizarse y nuevas imágenes sobre las que plasmarse. Y los lectores ganamos.

El zoo de las letras (serie), de Tría 3 (Horacio Elena, Mabel Piérola y Francesc Rovira), con cuento [de] Beatriz Doumerc (Bruño, 1999)

Cada letra, con sus variantes gráficas y fonéticas, se merece una historia, sencilla, claro, pero divertida y clara.

Hasta el infinito, de Kveta Pakovská (Faktoría K de Libros, 2008)

Posiblemente podemos mirar y remirar este libro-objeto-alfabeto-cartilla-catálogo-queseyó durante años sin llegar a una conclusión clara o tajante.

¿Me gusta? Me obliga a darle varias vueltas y revueltas, literalmente, avanzar y retroceder por sus páginas, mostrárselo a mis hijos, comentarlo con amigos… y oír de todo sin llegar a ninguna conclusión clara o tajante. Por lo tanto, sí, me gusta.

Y el título me parece el más adecuado que podía ocurrírsele a su autora, pues alude no sólo al contenido, sino a los lectores mismos que no llegan a abarcarlo completamente, y a la propia autora, seguramente, que tampoco sabe exactamente cuáles son los límites de lo que ha hecho.

Es un abecedario, con las vocales aparte, más los números. Tiene pop-ups y troquelados y reflejos y diferentes estampados y un blanco infinito y trazos descuidados y burdos y finos detalles y animales y personas y cosas. Es enorme, en todos los sentidos, y está editado como para decir que le den al e-book.

¿Es un álbum infantil? Pues claro, por qué no iba a serlo. ¿Es un álbum para adultos? Pues claro, por qué no… Es original, con eso basta.

Y en otra ocasión hablaremos de ese otro libro de la autora, El pequeño rey de las flores, reeditado por fin.

Las letras en el arte, de Anne Guéry y Olivier Dussutour (SM, 2009)

Y si miramos un cuadro y descubrimos que entre sus formas y figuras guardan letras. Como la vida misma, pero sobre lienzo, papel, madera… 

Mis primeras 80.000 palabras, de varios autores (Media Vaca)

Por ejemplo. Un ilustrador, una palabra elegida por él de un diccionario, una ilustración espectacular. Así con todas las letras.

Poemas el Ave Cedario, de Carlos Lapeña, con ilustraciones de Fernando Ferro (Alfasur, 2011)

Un poema para cada letra; una aventura, un juego, una escena… compuesta a partir de sonidos, formas y palabras.

PanAbcdario, de Ana Rosetti, con ilustraciones: Carlos Pan (Torremozas, 2014)

Cada letra es excusa-motivo para desarrollar una historia, plasmar un instante, expresar una sensación, que las ilustraciones convierten en poema visual con letra y hombrecillo actuando sobre ella.

Poemas alfabéticos para días ñuviosos, de Nuria Gómez de la Cal, con ilustraciones de Guiomar Pellejer Zaera (Torremozas, 2015)

Cada poema está compuesto por palabras que empiezan por la letra en cuestión. Las ilustraciones son composiciones gráficas que integran la letra en un poema visual sugerente y creativo.

Abcdario para adultos, de Óscar Dalmau y Pilarín Bayés (La Galera, 2016)

Me he reído como hacía tiempo que no me reía, leyendo y ojeando este abecedario para adultos, repito, para adultos; un álbum ilustrado a dos tintas en el que se suceden frases, sentencias, micronarraciones, indecentes, pornográficas, transgresoras, bestias, ocurrentes, obedeciendo a los dictados de la letra en cuenstión (siempre en pareja, mayúcula y minúscula) y de las palabras (siempre en pareja, una para la letra mayúscula y otra para la minúscula) que, a partir de ella, surgen en la mente calenturienta de esta extraña pareja.

Un disparatado viaje que empieza en «el ánade Abraham, anonadado, apunta con el ala a la amada adúltera» y termina en » Zacarías, el zoófilo del zoológico, se zumba a Zoe, cazada en Zimbabue».

La edición en castellano cuenta con un prólogo del Gran Wyoming y algún ajuste respecto al original catalán, como el de la letra ñ: «el ñandú Íñigo añade coñac añejo lal coño de la cigüeña». 

Lista de locos y otros alfabetos, de Bernardo Atxaga (Siruela, 1998)

Recopilación de ensayos que utilizan el alfabeto como esqueleto sobre el que armar cualquier asunto.

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